El otro día etuve visitando la exposición que hay en Granada sobre Audrey Hepburn, con motivo del Festival Internacional de cine clásico de Granada, Retroback.
Estuve a un suspiro del maravilloso vestido de Givenchy que lucía en Desayuno con Diamantes. He estado dándole vueltas a cómo es posible que una mujer que realmente no destacaba por nada en concreto, ha podido convertirse en uno de los iconos femeninos más representativos.
Ella tenía ese estilo inconfundible. Era femenina, pero sin ser excesivamente sensual. Era técnicamente guapa, pero un poco andrógina e infantil. Morena con ojos oscuros y piel pálida, cuerpo menudo y, sin embargo, terriblemente elegante y sensual. Hizo que millones de mujeres copiaran su inconfundible estilo femenino, minimalista y un poco naïf.
Al fin y al cabo el estilo es eso. La contención. Ser femenina o masculino sin ostentación, dejando entrever quién eres, pero sintiéndote dificilmente etiquetable. Con elementos no radicales, pero terriblemente peculiares. Sin estar totalmente acuerdo ni en desacuerdo con la moda y dejando un rastro de "
no sé qué" a tu paso que nada tiene que ver con clasicismos ni convencionalismos.
Nunca dejará de sorprenderme la comunicación tan intensa que se produce con la imagen personal, que no es más que una mezcla bien avenida entre actitud, ropa, complementos, valores, modo de sentir la vida y saber estar.
2 comentarios:
Siempre la he admirado y cierto es que no destaca casi en nada. Si la describes te lleva a alguien sin ningún interés especial pero ajajá con el estilo hemos topado y con la clase y como dicen los italianos que de esto y de comida que engorda entienden mucho, "La clase no es agua" pero con unos consejitos se pueden hacer maravillas pues esta mujer icono recién levantada tampoco estaría tan estupenda.
efectivamente... el estilo consiste en preocuparse de cada detalle, pero sin extremismos, con naturalidad. Es cuerioso ver como precisamente las personas con estilo (sea cual sea)son personas que se cuidan lo suficiente para estar siempre estupendos, pero nunca demasiados como para que no se vea su auténtica actitud. Es un tema fascinante.
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